lunes, 23 de abril de 2012

Solo sé lo que sé

Yerba Buena, Abril de 2012

Quien suscribe, solicita con carácter de urgente:” Cambio de nomenclatura para el género Homo sapiens”

“Solo sé que no sé nada” al decir de Sócrates

“Homo sapiens” según Linneo

Y aunque Sócrates sostendría “solo sé que no sé nada”. Y los estudiantes que le siguieron hayan elevado a máxima aquella sentencia: es posible que la pena de muerte que le valiera haya sido más de seguro por haberla proferido que por haber renegado de tantos dioses para cada artículo o por corromper a la juventud como se sostiene.

Carlos Linneo, que se ocupó de nominar lo innominado que hallara a su paso, nos apodó como de Homo sapiens, aunque sería posible que para sostener la Socrática ironía, haya querido expresar lo opuesto en un juego de paradójico sarcasmo.

¿Sabe acaso el hombre, ese primate adulterador de la naturaleza, que ella es su mentora y aliada? Con su incesante actividad la convirtió en enemiga, ignorando o desconociendo cómo funciona o despreciando lo que ocurrirá con ella y lo que es lo mismo con el hogar de todos: el planeta tierra. Buena parte de su prehistoria se ocupó de depredar y toda su historia, de expoliar, de explotar la necesaria protección vegetal para que el animal subsista; ignorando dicho sea de paso que el mundo vegetal es el productor primario y que el reino animal es el consumidor secundario, lo que es lo mismo que, de él vivimos y vinimos. Ha superpoblado el planeta extinguiendo con su accionar bosques, selvas y faunas hasta ponerlo en riesgo de extinción y no sabe ahora cual futuro le aguarda sino el de esperar un apocalipsis al que se renueva conforme la época, pero el cual, tampoco se sabe cuándo arribará.

Sintiéndose el homínido el rey de la creación, la explotó para su gracia y desgracia, amparado quizá en mal interpretadas sentencias sagradas, extinguió los tigres de Tasmania en la reciente historia y aún antes de poseer escritura ya había extinguido a los mastodontes o al perezoso gigante.

Y si tan poco sabemos, si hasta los hay que dudan ser hombres, llamándonos humanoides, también es visible que hasta hoy se discute si acaso es carnívoro, y conste que un animal considerado menos inteligente como por ejemplo el león, no dudaría de cómo saciar su apetito.

O Frugívoros, ninguna ardilla cambiaría su nuez por un buen bife. O un omnívoros, tal es el caso de la cucaracha, a la que algunos pretenden asimilarnos y sino para prueba leer La Metamorfosis de Kafka .

Si de la ardilla se tratara, jamás renunciaría a los árboles ni aunque fuera por una casa en un country, en medio de la naturaleza más prodigiosa. Si fuera un escarabajo no renunciaría a su bola de estiércol por convertirse en humano y entre ellos no hay lugar para un Kafka.

Parece inútil seguir enumerando la infinita galería, que conforman las opuestas contradicciones por las que naufragamos, en mar a la deriva de ejemplos dicotómicos rumbo a ninguna meta.

Sapiens por saber vendría siendo entonces un descomunal error, una absoluta falsía. Hasta un capital pecado de soberbia o arrogancia.

Algo resulta visible y seguro del humano: son los que menos saben sobre sí mismos.

Conócete a ti mismo, rezaba en la puerta del oráculo de Delfos.

Y conocerás a los dioses.

¿Están los dioses en el interior de uno mismo? Es lo que parecería deducirse de ello.

¿Acaso somos dioses?

Muchos dicen saber que sí, que como parte del todo, somos divinos por dentro y por fuera, como diría Whitman, agregando también y esta cabeza mía vale más que todos los credos, iglesias y religiones. Otros descalifican estas creencias negando todo aquello que no podemos dimensionar o cuantificar. Como si de balanzas y microscopios se tratara, relegando la existencia de otras dimensiones a puras especulaciones filosóficas o metafísicas.

Y es que si no somos dioses, Él tampoco existiría. Porque si lo es todo, somos una parte de ese todo y ergo somos Dios. Obviamente que no tan dioses como lo es el todo pero si divinos al ser parte del todo.

Por ello es que declaro sin ninguna solemnidad pero apremiado por los tiempos difíciles que vivimos: Homo que no sapiens por los resultados.

Por ello, en base a la innumerables pruebas que sería posible reunir de proponerse el caso y a las que por no volver un infinito tratado este sencillo pedido y conocedor también de lo perezoso que resulta el humano para la lectura, es que solicito se dé curso a la posibilidad de rever el nombre de la especie por otro más cercano en cuanto a su enunciado respecto a la pruebas expuestas, por tanto propongo como alternativa para salvar el caso una nueva nomenclatura en lo que sin restarle nada a la anterior y muy por el contrario se le añada: “que no sapiens” quedando de tal manera como:” Homo sapiens que no sapiens” , honrando a Sócrates, tan mal pago por su generación, derribando además la efímera idea de que fuéramos sabedores de algo.

Homo sapiens que no sapiens, gracias si me hacéis caso, usemos por una vez la virtud de la humildad que anida en ese Dios intangible que todos somos en nuestro ser esencial y terminemos de una buena vez por sentirnos los dueños de un mundo al que tenemos en agonía gracias al ego que nos asfixia cada día.

Jorge j. Namur