lunes, 17 de agosto de 2015

PARÁBOLA DEL HOMBRE INDIFERENTE

LA SALVACIÓN POR LOS SALVADOS

"Breve historia de los votantes y de los candidatos a salvar el mundo"

La niebla se desplaza perezosamente sobre las laderas montañosas recubiertas por la nuboselva, es la húmeda respiración de  Pacha mama  generando y regenerando como lo hizo desde tiempos inmemoriales la vida. Esa umbrosa y sutil niebla, de pronto se condensa en agua llovida o pegajosa o se evapora en muselinas que envuelven y disuelven los titánicos árboles en la distancia, apenas disimulan el fucsia de algunos lapachos floridos: últimos supérstites de la antigua selva del Tucma. A su arribo los primeros conquistadores debieron asombrarse de la escala cromática de esta selva que hacia agosto se erizaba de rosados lapachos y hacia noviembre de purpurados jacarandaes. Ambas nobles maderas que al corto entender del “dominarás y someterás” bíblico fueron las primeras en exterminar de su hábitat. Raras hoy entre los  ejemplares añosos de la selva residual: tempranamente fueron usadas para construir carretas, muebles y enseres. Era el inicio de un exterminio. Era el inicio de la colonia.
A menos de cinco kilómetros  apenas de este bucólico escenario donde bandadas de urracas vuelan pesadamente entre las copas, indiferentes a los trinos de infinidades de aves desde infinitas direcciones, donde familias bullangueras de loros irrumpen en los cielos siempre nubosos con su algarabía de croares y colores, los políticos se ofrecen bullangueramente al público.
Harto más bulliciosos que la naturaleza toda,  muchos de esos candidatos, antes de contaminar el sonido virginal de su ámbito inmediato, han  contaminado  afanosamente la moral pública con incontables actos de corrupción, pero tan indiferentes a sus errores como sus inmunes electores, vuelven a solicitar el voto, en parte quizá para blindarse con fueros porque no pueden ya escapar a lo engorroso de sus viles gestiones al frente de las reparticiones públicas desde las que ejercieron sus cargos, y en parte porque convertidos en parásitos no pueden insertarse ya en el mundo laboral del hombre común tras tantos años de vivir a costas del estado. Será por ello que sus cánticos rememoran una fiesta, una idolátrica festividad de un mundo a rescatar y casi diametralmente opuesto al que pregonan.
  Innumerables otros  se suman  a la oferta  como renovación: aún no mostraron sus códigos éticos en el ámbito público, aunque lo hayan hecho solapadamente en el privado,  dejándonos perplejos  y desorientados a la hora de elegir. ¿Qué renovarán?  queda para hipótesis de los interesados.
Antes se ensañaron en  estropear el paisaje con gigantografías de sus ególatras humanidades: Feos son muchos de ellos a más de amorales, ensucian la fisiografía, además ensordecen con sus cánticos de ofertas electorales.
Estropean el medio ambiente arrojando sus volantes publicitarios de a docenas para ir a ensuciar calles, tapar bocacalles de tormentas y empastar paredes y postes con papelería superpuesta hasta crear un barroco e idílico espacio de oportunidades y promesas que sabemos falsas: Todos salvarían al país de sus postrimerías, aunque es seguro que de llegar indemnes a ocupar ese espacio rápidamente aumentarán la ya pesada carga impositiva para salir a contratar empresas a veces creadas por ellos mismos y para propio peculio para solucionar esos faltantes, nada urgentes y seguramente innecesarios. Más probablemente que son problemas inexistentes.
Cercenan árboles con la sola condición de que sus retratos, esmeradamente empro lijados por el foto shop, sobresalgan sobre los ciudadanos diminutos e insignificantes que deambulamos bajos sus pérfidas y onerosas fotografías.
Han perdido todo decoro en su desesperación por acceder al poder. Y nosotros minúsculos ciudadanos que tendremos que elegir entre esa turbamulta de dudosos oferentes, caminamos empequeñecidos por la inmensidad de tanta fanfarria.
¿Nos salvarán o se salvarán ellos?
Arriba la nuboselva acorralada persiste en sostener sus ciclos como desde eones lo hace, cada vez más contaminada y empobrecida, rumiando solitaria la ausencia del jaguar cuyo temible rugido fuera apagado al inicio de la industrialización, perpleja por el ausente trastabillar de las tímidas pezuñas del tapir extinguido al compás del lamento de Lennon clamando como dos mil años antes lo hiciera Cristo al decir que todo lo que el mundo necesita es amor. Extrañando el sigiloso deambular del puma,  el seguro  paso del puercoespín inmune a toda urgencia y temor a ningún predador.
¿Qué hacer ante tamaña invasión, ante la desmesura del atropello?
 Todavía habrá que elegir como buscando la aguja en el pajar un candidato para que ocupe ese sitio de privilegios y gane un sueldo como si algo fuera a solucionar mientras la selva agoniza, herida en sus entrañas, derramando por sus cauces y vertientes arrolladoras tormentas incontenidas de verano.
¿Si hoy no son capaces de percibir el alcance de sus corrompedores actos, por qué lo serían más tarde?
En un mundo donde la justicia poética se impusiera, preso estarían por mentir a futuro lo que ya a presente muestran ignorar.

Dejo esta incógnita para develo de mentes más aptas: ¿Cómo salvar al mundo de ellos? 

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